Seguramente cuando hemos oído hablar del yoga nos vienen a la mente conceptos como la respiración, la relajación, la flexibilidad, etc. pero lo que no sabemos es que es esta práctica oriental y milenaria puede resultarnos muy útil para tratar esa enfermedad tan común como es la hipertensión arterial.
El secreto del yoga contra la hipertensión arterial
Existen varias razones por las que la práctica de este ejercicio ayuda a disminuir la hipertensión entre las que cabe destacar que este problema se produce por una aceleración en los órganos internos de nuestro cuerpo y cuando esto sucede la consecuencia inmediata es la producción de calor por el rozamiento de ellos. Se puede decir, que en este caso en concreto, el yoga logra actuar como una ducha con agua fría ya que reduce la aceleración de las funciones mentales y orgánicas.
Igualmente al practicar el yoga logramos estirar todos los músculos de nuestro cuerpo y al hacerlo relajamos el organismo con lo que mejora el riego de la circulación sanguínea.
Por otra parte la hipertensión puede deberse a una excesiva acumulación de toxinas y el yoga se encarga de eliminarlas de nuestro cuerpo.
El ambiente idóneo
Para conseguir un ambiente apropiado para practicar el yoga es necesario ponerse ropa cómoda y amplia que nos permita realizar todos los movimientos sin ningún tipo de problemas.
Es mejor hacerlo descalzas y quitarnos todos los adornos y las joyas que llevemos así como utilizar una habitación que sea tranquila y espaciosa, con una temperatura agradable y libre de ruidos.
Si no se puede practicar sobre una alfombra mullida, podemos utilizar una que sea pequeña o una colchoneta que sea lo suficiente fina como que nuestra espalda descanse recta completamente.
Posturas de yoga para combatir la hipertensión
Una de las posturas que podemos practicar para luchar con la hipertensión arterial es jugar con las aletas de nuestra nariz. Para ello debemos sentarnos derechas sobre una almohada colocada en el suelo o sobre una silla y colocar nuestra mano derecha frente a la cara. Metemos el dedo índice y el mayor en nuestra mano derecha mientras acercamos los dedos meñique y anular hacia la ventana izquierda de la nariz y sujetamos el codo derecho con nuestra mano izquierda.
Cerramos la ventana de la nariz derecha con ayuda del dedo pulgar e inhalamos despacio por la ventana izquierda. Cerramos con los dedos meñiques y anular y retiramos nuestro pulgar de la ventana derecha para exhalar muy despacio.
Repetimos con ambas ventanas durante quince veces mientras dejamos una pausa entre cada inhalación y exhalación pero sin llegar a contener la respiración.
De esta manera, exhalando e inhalando, llegamos a nutrir el cuerpo a la vez que calmamos la mente. Normalmente no sabemos respirar correctamente y solemos hacerlo de una manera rápida y corta cuando en realidad las más largas y lentas son las más eficientes, ya que los pulmones conseguirán vaciar todo el dióxido de carbono de esta manera.