Los herpes labiales no suelen ser problemáticos, sin embargo, en algunas ocasiones su mayor desarrollo, desemboca en Gingivoestomatitis, una afección que es más común en los niños y que puede ocasionar mayores complicaciones.
Entérate en este artículo de como detectarla y cómo reaccionar Seguro que en más de una ocasión te has visto afectada por los antiestéticos herpes labiales, más comunmente conocidos por todas como «calenturas» y que además, parecen tener el don de aparecer siempre en las ocasiones más inoportunas para lucir aún incluso más antiestéticos de lo que son.
Su aparición se debe a la infección por el virus herpes simplex, que provoca la creación de ests pequeñas ampollitas en los labios, que al cabo de unos días crean una costra que generalmente, tarda una semana o diez días en desaparecer por completo de nuestras comisuras o labios.
Pero seguro que no sabías que nos infectamos de este virus ya desde niños, y que nuestro propio organismo genera anticuerpos contra él, sin embargo, una mala higiene, suele ser casi siempre la causa de su contagio.
Por ejemplo, es frecuente su aparición si estamos en contacto con saliva de otras personas, ya sea mediante besos, bebiendo agua por el mismo vaso, o cualquier otro medio.
Así que, podríamos decir que la única forma de evitar su aparición es no permanecer en contacto con la saliva de otras personas, y por supuesto.
Sin embargo, debemos de tener especial cuidado cuando los herpes se convierten en Gingivoestomatitis, una mutación que pocos conocen, que suele afectar sobre todo a los niños, ocasionándoles molestias más serias, como una subida de la fiebre, úlceras y gingivitis, que a veces necesitan ser incluso tratadas con anestesias locales para subsanar el dolor, y que son inmunes al uso de antibióticos. Si los síntomas son leves también se pueden paliar con paracetamol para controlar la fiebre o los dolores de cabeza.
Así que, tienes que estar atento si tu pequeño tiene un herpes y presenta varios de los siguientes síntomas, para acudir con él al pediatra:
- Al comienzo del cuadro para confirmar el diagnóstico.
- Si el niño no es capaz de beber o tragar.
- Si piensa que puede estar deshidratado porque tiene mucha sed, la piel muy seca, los ojos hundidos o no orina.
- Porque le encuentra muy adormilado y le cuesta despertarle.
- Porque no le encuentra mejor después de unos días.