Los primeros pasos del bebé

El desarrollo de la capacidad de movimiento en el niño varía mucho según la edad, sin que esto tenga que ser motivo ni de preocupación si se retrasa, ni de pensar que el niño es precoz si se produce antes de lo que suele suceder. Los primeros pasos del bebé

La mayoría de los niños empiezan a andar hacia el año de vida, aunque hay algunos que pueden hacerlo a los 9 meses, mientras que otros no lo hacen hasta los 14 o 15 meses, entrando todo ello dentro de una absoluta normalidad.

Por regla general, hacia los seis meses los niños empiezan a poderse sentar solos, primero ayudándose, por ejemplo de los barrotes de la cuna, y poco a poco ya sin ningún tipo de apoyo, pudiendo permanecer sentados por sí mismos.

Hacia esta edad es también cuando empiezan a gatear cuando se les deja en el suelo. Este hecho es todo un acontecimiento para el niño, ya que le permite explorar por sí solo rincones que hasta ahora eran desconocidos para él. Hasta este momento se encontraba limitado, pero gateando puede llegar hasta donde quiere y descubrir un nuevo mundo.

Los padres no deben impedir gatear al niño, ya que no sólo es positivo para su desarrollo motor sino también para su desarrollo psíquico, tratándose de un momento en que el pequeño amplía su mundo y sus horizontes. Por supuesto, los padres sí cuidarán que las condiciones de higiene sean las correctas.

Cuando el pequeño ya gatea no tardará mucho en ponerse en pie. Primero los padres tendrán que ayudarle, apoyándole en la pared, pero poco a poco el niño empezará a ponerse en pie por sí solo, no necesitando ya la pared para aguantarse, y, de manera vacilante, empezará a dar, cuando menos lo pensemos, sus primeros pasos, que irán siendo más afianzados y confiados a medida que el pequeño vaya cogiendo confianza.

Aquí hay una importante advertencia a hacer. Muchos niños que han empezado a dar sus primeros pasos han realizado un retroceso nuevamente al gateo porque debido a alguna caída han cogido miedo. Y ello no se ha debido al dolor, ya que, como podemos suponer, poco daño puede hacerse, sino a la actitud de los padres, que se han alarmado y le han dado más importancia de la que tenía, mimando entonces al niño o cogiendo alguna actitud parecida. Esto es lo que ha provocado el temor en el niño, que ha detectado un ambiente digamos “enrarecido”. Por tanto, hemos de intentar no darle importancia a las pequeñas caídas que, con total seguridad, el pequeño tendrá durante su aprendizaje. En vez de ello, lo positivo será animar al niño a que se levante y siga avanzando.