Si estás buscando resultados inmediatos para revitalizar tu rostro, nada mejor que una mascarilla facial, pues es un simple tratamiento que puede hacerse en casa.
A continuación, te contaremos sobre algunos tipos de máscaras y sus propiedades.
Antes de empezar, un poco de historia… Cleopatra, como en tantos otros rituales de belleza, fue precursora de las máscaras faciales. Las preparaba con barro del Nilo y conseguía una buena oxigenación celular y un espectacular cutis luminoso. Las propiedades de este tipo de máscara han perdurado hasta nuestros días. No es de extrañar: las arcillas naturales que utilizaba esta reina, y que hoy se pueden adquirir en tiendas naturistas poseen un alto poder purificante para cutis grasos y mixtos. Los tratamientos con barros son económicos, fáciles de preparar e históricamente efectivos.
¿Para qué y cuando se aplican? Las mascarillas actúan como una crema intensiva que consigue resultados inmediatos. No deben aplicarse ni en los ojos ni en los labios y deben utilizarse después de la higiene facial diaria. Se dejan actuar entre 10 y 30 minutos y pasado este tiempo se retiran con agua.
Ahora sí, hablemos de máscaras… Clarificantes: Son máscaras cosméticas que, en su fórmula, incluyen ingredientes de ácidos frutales o glicólicos (extraidos de la caña de azúcar). Sus propiedades más espectaculares son las de renovar la piel. Se trata de una acción regeneradora profunda que se refleja dejando la piel luminosa y radiante.
- Para quien: Su acción aclaradora se recomienda para los cutis con manchas o que han sufrido largas exposiciones solares. Las pieles cetrinas, oliváceas y opacas son las más apropiadas para utilizar este tipo de mascarillas.
- Un tip: Mezcla una clara de huevo con una cucharadita de miel y un poco de jugo de limón. Tras conseguir una pasta consistente, extiéndela sobre la piel y déjala actuar unos 20 minutos. Retírala luego con agua tibia.
Purificantes: Se las conoce también como máscaras limpiadoras porque su acción limpia y desincrusta los poros saturados de grasa, suciedad, restos de maquillaje y polución. Tras su aplicación se consigue el denominado “efecto buena cara”, que consiste en lucir un cutis limpio, luminoso y muy saludable.
- Para quien: Se utilizan en cutis mixtos, grasos y normales, especialmente cuando se muestran asfixiados y sin luminosidad. También se aconsejan en los casos de poros abiertos, porque su acción limpiadora en profundidad ayuda a cerrar los poros y regula la producción de grasa.
- Un tip: Si una piel grasa adopta la costumbre de aplicarse de 2 a 3 máscaras purificantes por semana, notará como su piel mejora en luminosidad. Otra ventaja que obtendrá es el menor brillo del maquillaje debido al control de grasa.
Hidrantantes: Estas máscaras deberían integrarse al programa de belleza de todos los tipos de piel. Hay que recordar que una de las primeras causas del envejecimiento cutáneo es la falta de elasticidad, que viene provocada por la deshidratación. La aplicación de estos tratamientos retardará en gran medida la aparición de las primeras arrugas.
- Para quien: Se aconseja especialmente su aplicación en los cutis secos, sensibles y frágiles. Este tipo de mascarilla llena de humedad hasta las capas mas profundas de la piel y la deja esponjosa y elástica.
- Un tip: Los cutis grasos también pueden deshidratarse. Es recomendable utilizar mascaras hidratantes una vez cada 10 o 15 días. En este tipo de pieles, se deben evitar las fórmulas que contienen aceites vegetales porque engrasan la piel.
Si te gustó esta nota y quieres saber un poco más sobre mascarillas, no te pierdas la próxima parte, en la que hablaremos de las Relajantes, Nutritivas y Tensoras, entre otras cosas, para que pongas de una vez tu piel al día…