En menos de un mes llegarán de nuevo las fiestas navideñas, y con ellas todo aquello que va unido a los días previos a las mismas: las compras, los árboles, las calles llenas de luces y música, los turrones, y, por supuesto, la lotería de Navidad. La lotería va ligada a estas fiestas, siendo una parte más de la alegría que las mismas conllevan, ya que, hasta el día 22 de diciembre, todos más o menos vamos a soñar y a plantearnos en un momento u otro qué haríamos si nos tocara y cómo podría cambiar nuestras vidas.
La lotería es uno de los juegos de azar más populares de nuestro país, pero, incluso aquellas personas que durante el año nunca participan de la misma, sí lo hacen cuando se aproxima el Sorteo de Navidad. Raro es aquél que, cuando llega el día 22 de diciembre, no tiene en su cartera un décimo o, cuanto menos, alguna pequeña participación comprada en su centro de trabajo o en su comercio habitual.
El origen de la lotería lo encontramos en Nápoles, de donde la importó Carlos III, aunque no era como la actual, sino que el sistema era como el de la lotería primitiva. En el año 1811 empezó a ser como la que conocemos ahora, y se la llamaba “lotería moderna”, para diferenciarla así de la anterior.
Sin embargo, la lotería de Navidad en sí no llegó hasta el año 1892, que fue el primer año en que se la llamó Sorteo de Navidad. Como curiosidad cabe comentar que ni tan sólo durante la Guerra Civil dejó de llevarse a cabo. Y que, a partir del año 1949, se acrecentaron sus ventas al introducirse entre los premios los reintegros.
Ligados a la lotería, por supuesto, van los niños del Colegio de San Ildefonso, cuyas voces se introducen cada año en nuestros hogares cantando los números y premios, uno tras otro, con esa cancioncilla tan rutinaria y que tanto sabe a Navidad. También ellos han sufrido recientes e importantes cambios, como ocurrió en el año 1984, primera vez en que pudimos tener la satisfacción de ver también a niñas junto a los grandes bombos que contienen las bolas y premios que tantos sueños despiertan.