Cuando los niños son agresivos

La agresividad en los niños es un tema que, como es normal, preocupa mucho a los padres, que no entienden el motivo de que su hijo reaccione con violencia ante cualquier frustración y cada vez que no consigue aquello que desea. Cuando los niños son agresivos Según los psicólogos, uno de los temas que más lleva a los padres hacia su consulta es su preocupación ante el hecho de que su hijo pega a los otros niños e, incluso en muchos casos, a quienes conviven con él en la casa, incluidos los adultos.

Vamos a hablar de este problema refiriéndonos a niños pequeños, ya que el tema en la pre-adolescencia o adolescencia es muy diferente y de mucha más envergadura.

Hemos de empezar por dejar claro que hay una edad, que va de los 2 a los 4 años de edad que es normal que surjan en el pequeño ciertas actitudes agresivas. Ello se debe a la poca tolerancia que en esta edad se tiene a las frustraciones, es decir, que el pequeño no soporta que las cosas no sean como él quiere. Al no poder emplear aún el diálogo como forma de comunicación el niño sigue sus impulsos y pega.

A pesar de que es normal pues cierta agresividad en esta etapa, por supuesto no por ello debemos dejar de corregir al niño y enseñarle a que esto no debe hacerse bajo ningún concepto ni por ninguna razón. Hemos de intentar ante todo que el niño nos explique qué es lo que le pasaba cuando reaccionó así, e intentar que vea que lo comprendemos. Acto seguido, debemos hacerle ver que hay otras maneras alternativas de reaccionar ante el mismo asunto, como el lenguaje, que puede solucionar las cosas en vez de empeorarlas.

Jamás debemos reaccionar como el niño, gritando ni, por supuesto, pegando, ya que de esta manera el niño no podrá comprender que debe emplearse un método que no sea violento para solucionar los problemas.

Lo normal, como hemos comentado, es que esta etapa del niño dure hasta los 4 años. A partir de esta edad, el niño irá siendo más tolerante e irá aprendiendo que sus frustraciones las ha de canalizar a través del lenguaje y no de la violencia.

Si el niño sigue creciendo sin dejar de lado este mal hábito, o si su agresividad es superior a lo que puede considerarse normal, por supuesto que lo más conveniente será consultar con un profesional para encontrar los motivos que le empujan a ello.