Mitos sobre la dieta que debes olvidar

Consideradas casi un ritual por aquellos que luchan contra los kilos, cada vez surgen desde la ciencia más voces contrarias a las dietas clásicas y restrictivas. ¿Por qué es mejor olvidar viejos mitos y aprender a comer que vivir a lechuga y agua?. En esta nota, algunas ideas que dan por tierra mitos a la hora de adelgazar. Mitos sobre la dieta que debes olvidar Hacer dieta es la mejor manera de perder peso: Casi siempre ocurre lo contrario. Investigaciones recientes concluyen que las dietas hipocalóricas (menos de 1000 calorías diarias) no son efectivas en el largo plazo. Según este trabajo, que incluyó 30 estudios con 2 mil pacientes, entre el 35 y el 70% de ellos recuperaron al año los kilos que habían bajado.

    •  Todo es cuestión de calorías: O no. Si bien las calorías ingeridas son importantes, también hay que prestar atención a un nuevo parámetro: el índice glucémico (IG). Se trata de un indicador de la capacidad de los comestibles de elevar el azúcar en sangre después de ser ingeridos. Cuanto más alto sea ese pico y cuanto menor sea el tiempo en alcanzarlo, más rápida será la secreción de insulina por parte del organismo y menor su poder de producir saciedad. Por lo tanto, a igual número de calorías, es mejor un alimento con bajo índice glucémico (que provoca mayor saciedad). Por ejemplo, el pan fresco en lugar de tostado, o una banana antes que una manzana.
    • Para adelgazar hay que eliminar pan, pastas y postres: Otro mito que cae. “Las dietas que prohíben alimentos están destinadas al fracaso”, dicen los especialistas. Se necesitan 19 alimentos diferentes por semana para no tener carencia de nutrientes. Además, toda dieta debe tener 50% de hidratos de carbono: legumbres, cereales, frutas, verduras y pastas. De la mano de este nuevo concepto, algunos alimentos “malditos”, como las pastas, son con justicia reivindicados: es que la culpa no era de ellos, sino de las salsas. Hoy se pueden incluir en el menú una o dos veces por semana, con algún aliño liviano.
    • Para bajar de peso hay que eliminar grasas y aceites: Grave error: si el cerebro no recibe grasa y glucosa, dispara la sensación de hambre. El hipotálamo no sabe de dietas: si le faltan hidratos o lípidos, pone al organismo en sistema ahorro, para que consuma menos. Lo que sí es cierto es que hay que consumirlos con moderación (aportan 9 calorías por gramo) y preferir los de origen vegetal (girasol, maíz, soja, uva, canola, oliva y chía). Otras grasas menos saludables pero que igualmente se pueden consumir en forma ocasional son manteca, margarina, mayonesa y cremas.
    • La mejor dieta es aquella que incluye la mayor variedad de alimentos: Y aquí hay que aplicar la regla del 5 x 5: cinco porciones al día de frutas y verduras combinando cinco colores según la estación y la imaginación. Salirse de la mixta-de-lechuga-y-tomate- con-manzana-de-postre, para sumar más verde (rúcula, espinaca, zapallito), rojo (cerezas, frutillas), violeta (repollo, uvas, berenjena), amarillo (morrón, pomelo), naranja (naranjas, duraznos, calabaza) y blanco (papa, mandioca).
    • Los alimentos dietéticos ayudan a hacer dieta: Atención: son un arma de doble filo. Muchos estudios demuestran que, con la excusa de que son “light, bajas calorías, dietéticos”, la gente tiende a consumirlos en mayor cantidad que si se tratara de productos normales. Lo mejor es leer las etiquetas y prestar atención a las porciones.
    • Para adelgazar no hay que comer de noche: Esta idea no tiene ningún sustento científico. Si bien se recomienda cenar frugalmente (por ejemplo, evitar carnes grasosas o salsas pesadas), y separar la comida de la hora de dormir, irse a la cama con hambre es sinónimo de ganarse un insomnio (o un atracón nocturno). En realidad, las calorías no saben de horarios y se queman y almacenan durante las 24 horas.

    En conclusión, el éxito consiste en plantearse objetivos reales y no ideales, preparar un ambiente seguro (sin tentaciones a la vista), y saber que, como todo aprendizaje, requiere tiempo y esfuerzo. Y lo más importante, considerar a los alimentos en su conjunto como aliados: su elección, preparación y cocción, a largo plazo, redundaran en mayor salud y menos kilos en la balanza.