A veces nos exigimos tanto a nosotras mismas que perdemos el rumbo de la realidad. Ser la más guapa o la más lista no es la meta. ¡La meta es confiar en lo que tú vales!
Quizás los hombres no vengan de Marte y nosotras de Venus, quizás nos parecemos mucho más a ellos de lo que queremos creer, pero si hay algo que caracteriza al sexo femenino es que solemos ser excesivamente autocríticas.
Desde que nos levantamos por la mañana y nos miramos en un espejo, buscamos el defecto: Si nuestra piel no está radiante, si nos hemos pasado con la cena del día anterior y estamos más hinchadas de la cuenta, si nuestro pelo no luce brillante, si ese conjunto nos quedaba mejor hace unos años… ¿Por qué nunca nos paramos a observarnos y a valorar todo aquello que tenemos bonito, dejando a un lado esos mínimos detalles en los que sólo tú misma te fijas?
Pongamos un ejemplo: Una cita.
Cuando quedamos por primera vez con alguien solemos arreglarnos más de la cuenta. Pero eso nunca es suficiente: ¿Se fijará en que me ha salido un grano? ¿Se dará cuenta de que al sentarme este vestido me hace gorda? ¿No le parecerá que estoy comiendo demasiado? ¿Estaré hablando mucho? ¿Por qué nunca nos paramos a pensar que si ha quedado con nosotras será porque ha visto algo que le ha gustado, que es vestido nos sienta de infarto y que por eso hemos decidido ponérnoslo? ¿Por qué siempre pensamos que la de al lado es más sexy y que tú no se lo puedes resultar a alguien? ¿Por qué no nos dejamos llevar y ser nosotras mismas?
Tendemos a creer que la más guapa, la más lista, la que más triunfa en la vida es una mujer segura, pero no os equivoquéis: Todas nos encontramos defectos y todas vivimos con inseguridades: El fin no es creerse la mejor, es simplemente confiar en lo bueno que tienes y sacarle el máximo partido, y con ello no incluyo sólo el aspecto físico, que es secundario: Valórate por dentro y los demás lo notarán por fuera.
Y lo mismo sucede en el ámbito laboral: Nos hemos habituado a tener que demostrar más que los hombres para obtener un mismo salario o una misma categoría profesional. Nos hemos exigido más de la cuenta y ellos se han acostumbrado a ello. ¿No es hora de que esto cambie? ¿Acaso nos hay estadísticas que determinan que la mujer obtiene resultados mucho mejores en la universidad, que somos más estudiosas, y que por ello se supone, estamos más preparadas? ¡Demostrémoselo al mundo! Y para ello, la base fundamental es comenzar a confiar en una misma, sin temor a exponer ideas, sin pensar en el qué dirán, si lo considerarán una estupidez. Porque hay que reconocer que nosotras gozamos de una cualidad de la que los hombres carecen y es que somos infinitamente más resolutivas y prácticas que ellos.
Así que, queridas camaradas, mírense al espejo y vean a esa mujer que se refleja: Que es preciosa, por dentro y por fuera, que tiene todo para sonreirle a la vida; que un michelín, una espinilla inoportuna, un chillido de un jefe o una mala cita no te amarguen la vida: ¡Busca la felicidad y si no la encuentras, sigue tirando dados, porque anda suelta y ella también te está buscando a tí!