Las mejillas se encienden cuando tenemos vergüenza, los dientes tiemblan con el miedo, las manos transpiran con los nervios y lloramos a mares cuando estamos tristes. Dicho de otro modo, vivimos enfrascados en un cuerpo delator: La carne muchas veces grita aquello que la boca calla, y esto no…
Las mejillas se encienden cuando tenemos vergüenza, los dientes tiemblan con el miedo, las manos transpiran con los nervios y lloramos a mares cuando estamos tristes. Dicho de otro modo, vivimos enfrascados en un cuerpo delator: La carne muchas veces grita aquello que la boca calla, y esto no sería tan malo si no fuera por un detalle; en el caso de los hombres, los “reflejos” del cuerpo muchas veces son abochornantes.
Y imaginarás de qué estamos hablando…basta con que un solo pensamiento “sucio” cruce la cabeza de un varón –a veces inclusive se trata de un proceso inconsciente-, para que su “otro yo” se despierte…y le haga pasar un bruto papelón ¿Pensabas que ser hombre es fácil? En muchos aspectos, sí. Pero cuando se trata de domesticar la zona baja, la situación se complica más de lo que podrías imaginar. Veamos algunas situaciones…
Reacciones desconocidas A veces, las erecciones ni siquiera ocurren como respuesta a una excitación sensual. Los mecanismos por los cuales el torrente sanguíneo se acelera y acumula en la entrepierna son, hasta el momento desconocidos. Y no tienen que ver, necesariamente, con una causa erótica ni mucho menos. Por suerte el papelón se puede desinflar pero necesita algo de tiempo. El truco más usual de los varones consiste en colocar algún objeto delante de la entrepierna y de ahí en más dejar que los minutos corran hasta que todo vuelva a su cause. Si en vez de un objeto se trata de una persona cómplice, mejor (o peor, depende).
Novias intolerantes Las novias nunca son un cómplice ideal. La erección fuera de lugar les molesta, las incomoda, las hace sentir parte de un gag cómico y berreta al mejor estilo “Benny Hill”. Y principalmente creen que si un hombre se eriza en plena vía pública, lo hace sólo para hacerles pasar un mal momento ¿Y que pasa si la chica que está al lado no es ni siquiera una novia? Lo más probable es que la cara se le prenda fuego…de bronca o de vergüenza. Hay casos en los que, directamente, las mujeres no quieren ni siquiera mirarlos. O si los miran lo hacen con el mayor desprecio posible.
Con amiguitos así… Si el espectador de turno no es una mujer, sino un varón, pueden pasar dos cosas, que se sienta cómplice o que se sienta incómodo.