Tercera edad creativa

Al llegar a la vejez se suele hacer un balance acerca de los objetivos cumplidos y de lo que quedó por hacer y no se hizo. En muchas personas este balance activa nuevos emprendimientos, mientras que otras se paralizan ante un gran «vacío existencial», es decir, un sentimiento de que sus vidas carecen total y definitivamente de sentido. Es conveniente, por eso, no esperar a interrogarnos al final de nuestro camino. Tercera edad creativa Para llegar a ser un viejo sabio, primero hay que ser sabio, es decir, deberemos ser sabios antes. El trabajo anticipado y gradual de elaboración del curso que aspiremos a darle a nuestra vida, incorporando la finitud, le da más sentido al día a día. Forjar ideales y proyectos de acuerdo a nuestros valores y deseos nos preservará de los vacíos que se pudieran generar.

Todos podemos atravesar momentos de sensación de vacío en los cuales vacila el sentido de nuestra vida, o aún desestabilizarnos y perder el rumbo, pero somos capaces de soportar la incertidumbre mientras nos vamos reconstruyendo. Para las personas vulnerables, en cambio, esa sensación se vuelve insoportable, se sienten al borde de un abismo. Recurren, entonces, a intentos de llenar esos vacíos con objetos (son especiales candidatos para comprar lo que promociona la cultura actual: dinero, poder, ostentación, imagen) o con alguien que les garantice ilusoriamente que no volverán a enfrentarse a ese vacío.

Vivir apoyado en un único bastón, en esa única condición que le da sentido a la existencia, hace referencia a un Yo simplificador y empobrecido, de carácter dependiente. Sera conveniente desde jóvenes replantearnos el sentido de nuestra existencia, repensarnos, aprender del error, ejercitarnos en asentar en nuevas dimensiones nuestra identidad, diversificando nuestras relaciones con el entorno y con el mundo.

El tiempo libre es un momento privilegiado para encontrarnos con la obra que cada uno esta haciendo consigo mismo. Es el tiempo en el cual nos abrimos a nuestra dimensión humana en su máximo sentido. Recrearse en el tiempo libre no es meramente entretenerse, sino que es un asunto bien en serio en pos de recuperar el sentido de la vida. No es para matar el tiempo o para que el tiempo pase sin pensar, sino que puede ser el tiempo para re-crearse y repensarse.

Con el paso del tiempo algunos vínculos -que son referentes de nuestra identidad- se van perdiendo o modificando. Necesitaremos reacomodar roles, desprendernos de objetos significativos, atravesar cambios de valores, replanteo de pensamientos, afectos e ideales.

Los eventos importantes del envejecimiento, como ser la jubilación o la viudez, en algunas personas producen un quiebre en su identidad y en el sentido de su vida, llevándolos a la depresión y a diversas enfermedades.

Para otros, este cambio, esta pérdida, genera un vacío que los desafía a llenarlo creativamente. Esto es lo productivo que tiene el envejecer: se constituye en la oportunidad para un cambio, para renovar el sentido por el cual vivir.

Los que se aferran al pasado y sienten, desde la nostalgia, que ya no hay tiempo para nada bueno, que lo mejor ya pasó que todo tiempo pasado fue mejor, no solo se pierden de vivir lo rescatable del presente, sino que tampoco serán capaces de elaborar algún proyecto que los motive para seguir. Así lo manifiestan: «prefiero no darme cuenta de que voy envejeciendo, pensar en mi vejez me resulta horroroso, mi vida perdería sentido si no puedo seguir siendo igual a como soy ahora”.

Lo que estamos postulando es que si desarrollamos nuestra flexibilidad, con apertura al cambio y a nuevas búsquedas que compensen lo perdido, si nos mantenemos estimulados, activos, diversificando el sentido de nuestra vida y las redes de apoyo, esto tendrá un efecto enriquecedor en las redes internas biológicas, además de las emocionales y cognitivas. Es decir, incrementando la complejidad del mundo interno podremos compensar la pérdida de complejidad de los mecanismos biológicos al envejecer, en línea con la idea de que, más que tratarse de la determinación genética, lo determinante es lo que haga el sujeto con su propia vida.

Generalmente, que la vida en la vejez pierda su sentido tiene que ver con toda una vida sin sentido. Pues lo que está en juego en un buen envejecer es no defraudarse a si mismo: constituye un llamado a que seamos auténticos, lúcidos respecto a nuestros deseos y consecuentes con lo mejor de lo humano.