La ilusión de un nuevo amor es algo inigualable, siendo esa primera fase de las relaciones donde todo parece perfecto, las personalidades coinciden y hasta los defectos de la pareja parecen encantadores; sin embargo al pasar tiempo juntos e irse conociendo en detalle, las primeras discusiones de la pareja comienzan a emerger Hay opiniones que alegan que el amor se conforma de varias etapas, incluso existen aquellas que afirman que el amor tiene una fecha de caducidad; sin embargo, también están las ideas optimistas, que plantean la duración de dicho sentimiento para siempre, pero solo si se sabe cosechar el fruto del amor de la forma adecuada.
A medida que una relación avanza, ambas partes van descubriendo si realmente existe afinidad entre ellos, más allá de la atracción física o sexual que se puede dar en un principio. Algunas veces, el hecho de descubrir que se tienen diferentes puntos de vista, otra educación o metas lejanas, puede ocasionar que se comience una discusión. ¿Pero cómo puede sobrevivir la pareja a esto?
Es primordial ser prudente: para que una discusión se lleve a cabo siempre tienen que haber al menos dos personas involucradas y dispuestas a que suceda. Es importante no caer en provocaciones o perder la cordura, en resumen la prudencia por lo menos de una parte de la pareja, podría ayudar a terminar pronto un enfrentamiento o inclusive evadirlo exitosamente.
Se debe mostrar interés en la pareja: se deben escuchar las razones de la pareja, ya sea porque es la parte enojada o porque es la parte que hizo enojar. Es una gran medicina para el corazón entender el porqué de la molestia o los actos de la pareja, y hasta ayudará, no sólo a conocerle mejor, sino además a no generar heridas innecesarias.
Hablar con moderación y sin levantar la voz: si la discusión es inminente, ésta se puede mantener en control con algo tan simple como un tono de voz adecuado, es decir, no gritar, no fanfarronear, no burlarse, no ser sarcástico o hablar en voz baja “murmurando cosas”; si se puede mantener una discusión de manera tranquila, más que una discusión se obtendrá un diálogo, y eso será beneficioso para ambas partes de la pareja.
Se debe cuidar el lenguaje corporal: es necesario cuidar el lenguaje corporal, de manera que este no ofenda ni confunda a la otra parte de la pareja. En el caso que uno esté demasiado agitado es mejor dejar la discusión o enfrentamiento para otro momento, en el cual se pueda conversar con mayor tranquilidad y con “la cabeza fría”.
Nunca se tienen que incluir a terceras personas en la discusión: el problema no debe pasar más allá de los involucrados, incluso por la propia privacidad de la pareja. De hecho una tercera persona sólo agravará la discusión, pues no puede estar del todo enterada de la situación, ni puede ser imparcial o ponerse de ambos lados.
No se tienen que acarrear problemas anteriores: un acto muy recurrente y erróneo en las peleas de pareja es el traer problemas del pasado, que aunque hayan sido ya resueltos, sirven como herramienta para defenderse en la discusión actual. Por más que se tenga la necesidad de echar en cara errores pasados, se debe dejar cada capítulo hablado y cerrado cuando es su momento, sin revivirlo en el futuro.
Si el interés real de la pareja es alcanzar la estabilidad y que exista flexibilidad entre sus ideales, debe existir flexibilidad en cuanto a los tropiezos que puede dar la otra persona en la relación. Existen amplios puntos de vista desde los cuales se puede trabajar para que simples malestares queden como experiencias y no como huellas que marquen a ambos por mucho tiempo.