¿Estás en la búsqueda de tu alma gemela?

Muchas personas se pasan la vida buscando a su «alma gemela», pero la pregunta es ¿Realmente existe un alma gemela para cada persona?. Aunque muchas personas se decepcionen, la respuesta es no. Pero por el contrario, existen muchos candidatos a ocupar el puesto de «compañeros eternos», pero para lograrlo hay que estar dispuestas a ceder en ciertas cosas y exigir otras…
En esta nota, algunas reflexiones acerca de este conocido concepto y de la madurez necesaria para encarar una relación seria. ¿Estás en la búsqueda de tu alma gemela?

Laura  conoció a su alma gemela cuando ella tenía 18 años y él, 20. La sensación fue inequívoca: ella supo desde el principio que era el hombre indicado. Mantuvieron una relación muy apasionada, compenetrada y hasta dramática. Para Laura, ésas eran señales de que existía una pareja fuerte. Así que estuvieron juntos durante 6 años. Tres de ellos, muy felices… y tres, espantosos.

«En ese momento yo iba a la facultad, estudiaba y trabajaba, y era súper responsable», recuerda Laura. «Pero Marcos, mi supuesta ‘alma gemela’ era todo lo contrario a mí: tenía pelo largo, una súper moto y hasta tomaba cerveza en el desayuno. Yo iba a teatro y él miraba campeonatos de rally por televisión. Evidentemente, no éramos el combo ideal, aunque yo me empeñara en creer que sí».

¿Por qué Laura no terminó con todo antes de que las cosas se pusieran realmente feas? La respuesta es que, para ella, Marcos era su «otra mitad»: una especie de karma o de producto del destino que ella ya no podía cambiar. Sin embargo, no hace falta ser un especialista para intuir que en esa pareja existía más de un motivo para que todo funcionara mal. «Diez años después, veo ese período de mi vida desde otra perspectiva», reconoce Laura. «Yo estaba enganchada, sí, pero nuestro lazo no tenía nada que ver con el destino y sí mucho que ver con la patología de los dos, que seguíamos juntos a pesar de que éramos como el agua y el aceite. Durante ese tiempo, la expresión “alma gemela” justificó un puñado de malas elecciones: si esta pareja estaba predeterminada, ¿Cómo hacer para elegir otra?».

Frecuentemente utilizamos las palabras «alma gemela» como sinónimo de amor verdadero o del encuentro con el Príncipe Azul. Y es esta interpretación estrecha la que genera los problemas. Quizás la usemos como la razón (o como hizo Laura, la excusa) para mantenernos en una pareja que no funciona. O incluso puede llevarnos a abandonar una buena relación sólo porque no sentimos que sea lo suficientemente «espiritual». Quedarse en un mal noviazgo o un mal matrimonio, jamás es una buena elección, aún cuando creamos en el concepto de “alma gemela», pues mantenernos en una pareja patológica en el nombre del ‘crecimiento espiritual’ es un error grave. Quizás inicialmente todo funcione armónicamente como si vivieramos en un mundo de feng shui, pero en algún momento, la incompatibilidad aflora, y ahí se desencadenan los problemas. De hecho, creer que hay signos de que alguien es nuestra alma gemela cuando en realidad no lo es, encierra un riesgo real.

Hay gente que alimenta nuestras patologías, y un ejemplo de esto, es una mujer con baja autoestima que elige un hombre que la maltrata. Las mujeres en esta situación, quizás confundan la intensidad emocional propia de cualquier comienzo con una conexión espiritual más profunda. Así como podemos encontrar señales de que conocimos a nuestra «alma gemela» allí donde en realidad no hay nada (o nada bueno), también podemos terminar una relación que consideramos «imperfecta» sólo porque creemos que la perfección en la pareja existe. ¡Qué ingenuidad!, ¿no?

Clara, de 26 años, estuvo con Matías, de 30, durante 3 años, hasta que ella empezó a dudar si él era, de hecho, el hombre de su vida. «Entramos en una rutina y me pregunté si Matías era la persona con la que quería estar para siempre», recuerda. “Después, una amiga me prestó un libro que hablaba de encontrar el alma gemela, y me convencí de que tenía que cortar esa relación. Ahora, dos años más tarde, Matías está comprometido con otra mujer y yo tuve dos novios más. En cada caso sentí que tenía una conexión profunda con ellos, pero fue un error: ambos terminaron engañándome. Matías era un buen tipo y la relación funcionaba en muchos niveles. Me pregunto si volveré a encontrar a alguien así».

Creer en un alma predestinada para nosotras o en la llegada del Hombre Perfecto nos da luz verde para ser haraganas en las relaciones, asumiendo que si él realmente es nuestra media naranja la pareja funcionará sin demasiado esfuerzo. Pero todas las relaciones necesitan que ambas partes trabajen juntas para progresar, pues que una relación funcione depende de cuestiones muy poco espirituales, como la compatibilidad, los intereses compartidos y el respeto. Es naif buscar la pareja perfecta, el tipo de lazo que se supone que tendríamos con un alma gemela, porque en el camino estríamos dejando de lado elementos importantes que podemos aprender de una pareja, como la habilidad para comprometernos, mantenernos interesante para el otro, lograr una individualidad, tolerar las diferencias, permitir que el otro tenga su espacio cuando lo necesita, y poner buena onda cuando no tenemos ganas o no estamos de humor.

Las parejas son viajes que a menudo requieren de trabajo duro para que lleguen a buen puerto. La noción romántica de un alma gemela coloca demandas poco realistas sobre nosotras y nuestra pareja. Existe la fantasía de Cenicienta, que dice que hay un Príncipe Azul esperándonos, pero el hecho de que vivamos felices para siempre o solas como un perro depende de cómo construyamos nuestra relación de pareja. En otras palabras, elegir creer en un destino de cuento de hadas para el amor deja los esfuerzos personales fuera de la relación: parece que todo se debe al azar de encontrar a nuestra media naranja, y no a las pilas que le pongamos nosotras y nuestro hombre al noviazgo. A esta altura, deberíamos saber que las parejas funcionan principalmente cuando ambas partes se esfuerzan para que esto ocurra. La gente habla de encontrar su otra mitad como si hubiese sólo una persona especial en el mundo, capaz de encastrar perfectamente con cada forma de ser. Pero un alma gemela no es necesariamente un compañero romántico: es simplemente uno de los tantos compañeros que viajan con nosotras durante nuestra existencia. Tenemos tantas almas gemelas como seres importantes en nuestra vida, pues este término se trata de gente a la que le aportamos algo y de la que podemos aprender también. En términos de sabiduría, ganamos algo de cada persona con la que sostenemos una relación. A todas nos pasó alguna vez que alguien que recién conocemos nos resulta súper familiar, como si hubieramos compartido nuestro pasado con esa persona. Y ese reconocimiento es mutuo, además. ¿Será entonces un alma gemela? No necesariamente, pues hay gente con la que simplemente nos sentimos cómodas desde el principio y tenemos la sensación de haberla conocido ya hace mucho tiempo, y si sentimos esto con un extraño, hay que aprovecharlo, porque no ocurre a menudo. Claro, a no confundir, pues es fácil creer que esa conexión casi mágica entre nosotras y otra persona significa que estamos destinados a vivir juntos y felices… pero ¡ojo!: una empatía inicial no tiene por qué derivar en una pareja. Muchos tipos pueden caernos divinos al principio, pero después revelan su verdadero “yo”  y resultan ser insoportables. O bien pueden convertirse en excelentes amigos, sin la necesidad de pasar a ser algo más. ¿Por qué será entonces que cuesta tanto encontrar al Príncipe Azul?

Mal que nos pese, las posibilidades son mínimas, porque el concepto mismo de “Alma gemela” es un tanto dudoso y hasta utópico, una especie de espejismo que nos mantiene caminando bajo la suposición de que algún momento llegaremos a él. Pero lo interesante de esto es que, como en toda utopía, la búsqueda de una media naranja es simplemente eso: un camino por recorrer, al final de cual, si se está bien dispuesto, es probable que terminemos encontrando una pareja imperfecta, pero real. La sugerencia final es que dejemos de preguntarnos dónde están los príncipes azules y comencemos a preguntarnos otras cosas, como si estamos dispuestas a conocer mejor al hombre que tenemos al lado, hasta dónde somos capaces de aceptar que pueda tener gustos o hábitos distintos de los nuestros, si somos capaces de compartir, y lo más importante, si estamos listas para los desafíos de una relación seria. Si tu respuesta es afirmativa, entonces podemos afirmarte que ya te encuentras en el primer trayecto del camino.